En el oscuro rincón de la envidia, el envidioso se ahoga,
con la amargura como su única compañía, su alma se desmorona.
Entre susurros de desprecio y suspiros de dolor, su corazón envenenado se consume en el temor.
Sus risas son como eco en la noche, vacías y huecas, mientras se ahoga en un mar de envidia, su mente se retuerce.
Envuelto en sombras de mediocridad y celos ardientes, su espíritu se sumerge en un abismo sin fin.
Envidia, oh envidia, qué destino tan cruel te espera, condenado a la oscuridad eterna, entre sombras y quimeras.
Pero en el reino del amor puro y la luz celestial, l a envidia se desvanece, y la verdadera grandeza se revela.
- H En Barcelona