Por unos largos días, mientras Cona se recuperaba en los terrenos de Rymalan, las cosas parecían estar como siempre. Fiomel y sus hijas atendían las tierras, en tanto que, Rymalan y sus hijos iban a pescar.
Por su parte, Mhylan, que permanecía en su hogar (al centro de la isla), dejó encargados varios talismanes a sus primos para que se los otorgaran a los humanos que llegaran a pedir ayuda.
Bueno, algunos días pasaron, Cona había emprendido su viaje de regreso al continente y cada quien se dedicaba a sus tareas. Los hijos de Rymalan discutían entre ellos mientras Fiomel trataba de conciliarlos, aunque no siempre podía hacerlo.
En un día, aparentemente normal, Rymalan obligó a sus hijos a ir a trabajar a uno de los campos de cultivo de la familia; a pesar de las constantes quejas de los Ballos.
La tarea, ardua en condiciones normales, se encrudecía por la constante lluvia presente en el ciclo solar. Así que, Mina, en un momento de audacia y harta de atender diariamente los cultivos, se rebeló, tirando sus instrumentos a la tierra, entre los brotes de las plantas de maíz, e interrogó a su padre sobre todos los extranjeros que estaban llegando a su aldea, y a los cuales ella y sus hermanos tenían que atender (sí o sí, Rymalan nunca les dio alternativa).
La joven le reclamaba también sobre el exceso de trabajo al que los sometía en los sembradíos, a ella y a sus hermanos más pequeños, pues Zaskhea y Efraz se la pasaban últimamente en casa con su madre y, por lo tanto, ya no hacían su parte —esto, a pesar de que su hermano Efraz estaba ahí, ayudando con las tareas que su padre les había impuesto esa mañana—.
Rymalan, con esa poca paciencia que lo caracteriza, volteó a verla con una mirada peligrosa en sus ojos ámbar, se acercó a ella y la sujetó fuertemente de uno de los brazos, por encima del codo, encaminándola hacia la playa, que se encontraba a unos metros de donde se encontraban esa mañana. Pero al llegar allí, ambos, ni en sus más locos sueños pudieron haber imaginado lo que les esperaba.
“¿Cuántas…? ¿Hasta cuándo, Mina? ¿Hasta cuándo seguirás desafiándome enfrente de tus hermanos?” Rymalan reclamaba a su hija, su voz semejaba un volcán a punto de hacer erupción.
Ella, a su vez, utilizó sus ojos negros para mirarlo con enfado “Hasta que seas honesto. Hasta que nos des…” Mina no pudo concluir su oración, pues su padre la había girado abruptamente, de vuelta hacia el camino por el que habían llegado, y que la llevaría de regreso a los sembradíos.
“Regresa por tus hermanos, corran a la casa y díganle a tu madre que por ningún motivo deben de salir” él le susurró apresuradamente al oído, mientras hacía lo posible por protegerla de lo que le había provocado un cambio de opinión.
Pero si conocieras a Mina, sabrías que ella no se quedaría satisfecha sin decirle a Rymalan lo que realmente pensaba, no después de tantos años de abusos por parte de sus padres y sus tíos. Así que, sí, giró sobre sus pies y vio lo que había asustado a Rymalan originalmente.
Las bestias eran de tamaño considerable. Si bien no tenían la misma altura que Rymalan, sus pelajes los hacían parecer más grandes de lo que eran, sus grandes ojos azules eran del color del cielo despejado en una bella mañana, y, el color de su pelaje hacía que sus colmillos amarillentos parecieran blancos como las nubes.
“Rymalan, ¿asumo?” dijo un hombre que hasta ese momento había pasado desadvertido, a pesar de estar vestido con finas prendas de color blanco, las cuales contrastaban con el pelaje negro de las bestias junto a él.
“¿Quién eres tú?”
El hombre no dijo nada más, sino que levantó las comisuras de sus labios de manera maliciosa mientras asentía complacido, y entonces, se volvió y empezó a caminar de nuevo hacia el mar; aunque ahora que el Zedlon ponía atención, observó que ya no había mar, sino que ante ellos se desplegaba un enorme desierto. La guardia había conseguido ‘decomisar’ toda el agua que rodeaba a la isla a medida que se abrían paso por esta.
Rymalan empezó a retroceder lentamente, empujando a Mina en el proceso; pero los ojos de las bestias se posaron sobre él y desistió. Tendría que pensar en algo más que hacer para salvarse. Podría usar sus poderes, pero eso desconcertaría a Mina y no quería asustarla aún más. Además de que tenía que regresar por sus demás hijos al campo de maíz en donde los había dejado.
El Zedlon intentó formular rápidamente un plan, más fue interrumpido por unas voces por detrás de él y de Mina.
“¡Padre! ¡Padre!” Ynme corrió hacía él, casi chocándolo “Esas bestias han herido a Olda”
Por un momento todo se oscureció para el Mëentu, su vista se nubló y le costó respirar. Su hijo más pequeño había sido herido. Ahora, ya decidido a usar sus poderes, Rymalan se volvió hacia Ynme “¿Dónde está tu hermano?”
Sollozando, ella sólo movió la cabeza, sin saber o poder contestarle a su padre.
El Mëentu lo ‘buscó’ por medio de sus poderes entre las bestias que los rodeaban, sin poder encontrarlo, sin poder sentirlo —recuerda que los Zedlon pueden percibir (alrededor de ellos) las energías de otros seres, ya sean ‘buenas’ o ‘malas’—. No podía creer la situación en la que los había metido por su absurda insistencia en llevar a sus hijos a las tierras sembradas para mantenerlas libres de maleza. Aunque, al menos, Fiomel, Zaskhea y Do estaban a salvo.
“Así que, Rymalan, ¿has estado ayudando a los humanos?” la voz en Brichea Andii de un lobo blanco con gris y ojos verdes como el agua del mar durante el atardecer (a quien alguna vez él llegó a conocer de cachorro), alcanzó sus oídos, dejándolo helado e interrumpiendo sus pensamientos y su preocupación por el menor de sus hijos.
El zorro de pelaje negro justo enfrente del Mëentu, se hizo a un lado y al moverse, reveló al lobo alfa, quien había llegado a la isla unas semanas antes.
“Nekota, ¿eres tú?”
A la mención del nombre del alfa, se escuchó un resollo colectivo, producido por toda la guardia de humanos, quienes ya habían rodeado a Rymalan y a sus hijos (Efraz, Mina, Ynme y Lyngba), mientras estaban distraídos con el lobo.
“¡Rymalan, me siento tan conmovido de que me hayas reconocido! Dime, ¿qué fue lo que me delató?” el alfa le preguntó en su tono burlón.
“Tu oreja, pero sobre todo… tus ojos”
“¡Ah, claro! ¿Qué dicen ustedes? Los ojos son el verdadero, ¿ser? No, no, así no es. Uhmm” el alfa se quedó pensativo por un momento, girando su gran cabeza hacia la derecha e izquierda.
“Espíritu” ofreció Rymalan.
“¡Aja! Espíritu. Los ojos son el verdadero espíritu. Gracias, Rymalan” el líder dio un pisotón en el suelo, al tiempo que asintió emocionado “Sí. Bueno, me da gusto verte, a pesar de las circunstancias”, el alfa miró a su alrededor a la vez que levantaba su labio por encima de sus colmillos, lo que hizo que Mina e Ynme, a pesar de ser unos diez centímetros más altas que él, se acobardaran por detrás de su padre.
“Dime, ¿qué estás haciendo?, y, ¿por qué? ¿Tu amo sabe que estas aquí?”
“Ahora mismo estoy siguiendo las órdenes de mi otro amo” el lobo dijo de manera indiferente.
Rymalan estaba escandalizado “¿Qué? ¿Cómo es eso posible?”
El alfa, animado por la conversación, tiró la cabeza hacía atrás para reír con libertad “¡Ja, ja! Desdichado e ingenuo Rymalan. ¿Crees que alguien no puede tener dos amos?”
“No” contestó él firmemente.
“¿Hm? ¿Por qué no?”
“Creo que finalmente sólo servirías a uno de ellos. No podrías tener la misma lealtad a ambos. Ni siquiera alguien con un espíritu tan maligno como tú”
“¡Vaya Rymalan! ¿Vamos a empezar a insultarnos? Tan bien que nos estábamos llevando”
“Pues, no llamo a esto estarnos llevando bien” Rymalan dijo mientras señalaba con la barbilla alrededor de él.
El alfa velozmente acortó la distancia que los separaba, dejando únicamente unos centímetros entre cada uno. La diferencia de alturas no evitó que el Mëentu se pusiera nervioso cuando el alfa clavó sus ojos verdes en contra de los ámbar de él “Pobre pequeño Rymalan, en su pobre y pequeña isla. Tú no entiendes nada del mundo real, ¿cierto?, aquí, aislado”
El Mëentu, con una serenidad poco característica de él, le replicó “Te equivocas, entiendo más de lo que crees”
El alfa dio una risa ahogada, retrocedió y sacudió la gran melena de su cabeza “Nah, no lo haces”
“Nekota, iré contigo a donde quieras, si solamente dejas a mis hijos irse” Rymalan le aseguró. A la mención del nombre del lobo, la guardia de humanos, una vez más, se estremeció.
El alfa, que, estaba extremadamente divertido, dijo en un tono más serio “Rymalan, Rymalan. Siento tanto esto. Si tan sólo supieras que fuiste TÚ quien los puso en peligro, y no yo. Mi manada y los humanos sólo veníamos por ti, pero ahora que tenemos a tus hijos, no puedo dejarlos, me entiendes, ¿verdad? Si los dejo, nada me asegura que ellos no van a continuar con tu labor”
Rymalan comenzó a perder su tranquilidad, estaba sintiendo algo de desesperación ―entre el hecho que no podía idear un plan para salvar a sus otros cuatro hijos, y entre que no podía localizar al pequeño Olda— “No. Te aseguro que ninguno de ellos sabe nada de lo que hago o de lo que soy”
“Sí, pero te repito que nada me asegura que eso sea cierto. No, debo de llevarlos, él sabrá qué hacer con tus hijos” Nekota se volvió y caminó hacia la antes playa.
“¿Él? ¿El regente, dices?”
Dirigiéndose a la guardia de humanos, el alfa gritó en Loemâncye “Vámonos, tenemos un largo camino por delante”
Muy cerca de lo que había sido la costa, Cetem se acercó a un bulto postrado en la arena, al que Rymalan reconoció hasta ese momento como su hijo más pequeño “¿Qué hacemos con este, clura?”
“Déjalo. No pienso llevar cargas sobre ninguno” Nekota se acercó a Olda y lo olfateó “Además, parece que no sobrevivirá para el ciclo lunar en esas condiciones”
Mina e Ynme gritaron en agonía; Efraz y Lyngba palidecieron rápidamente.
“Ne… Nekota” la voz de Rymalan tembló “Por fa… Por favor, déjame curar a m.. a mi… hijo”
El alfa lo vio fríamente, pero no le contestó. “Nos vamos” volvió a gritar, pero no se movió; más bien, el lobo se había postrado en sus cuatro patas sobre la arena, manteniéndose peligrosamente cerca del cuerpo del joven Ballos.
Todos los Mëentu estaban distraídos y en suspenso sobre lo que el lobo haría con Olda, por lo que no notaron que la guardia de humanos ya los había rodeado.
Varios humanos se abalanzaron sobre los Ballos, atándolos fuertemente con unas grandes y gruesas cuerdas; de tal manera que podían caminar, pero no podían ni siquiera intentar escapar. No que cualquiera lo hubiera intentado, todos estaban completamente aterrorizados por las grandes bestias, que, coincidentemente, también los estaban rodeando.
Entretanto, Sonaam, el jefe de la guardia de humanos se acercó a Rymalan con una cuerda también gruesa, aunque no tan grande como la que usaron para sus hijos. Esta cuerda sin embargo era especial, llamada ‘cuerda de Enthy’, la cual impedía que el Mëentu utilizara sus poderes en contra de cualquier otro ser, ni siquiera los podía utilizar en sí mismo. En pocas palabras, contenía el poder de Rymalan.
El humano Sonaam lo ató firmemente; y desde ese momento Rymalan pasó a ser más inofensivo que un pequeño insecto. No, no un insecto, pues estos pueden llegar a escapar. No. Al estar atado, el Zedlon era incluso más inofensivo que una canasta de zanahorias.
Creo que ya sé que estás pensando, pero no, Rymalan no pudo hacer nada en contra de aquellos que los estaban atando a él o a sus demás hijos, puesto que, antes de que lo ‘contuvieran’ con la cuerda de Enthy, sintió que Nekota (quien ahora tenía su hocico muy cerca de la cabeza de Olda), amenazaba la poca vida que todavía emanaba de su frágil cuerpo.
Lo que el Mëentu sí pudo hacer fue advertir a Fiomel, quien se encontraba a un par de kilómetros de distancia.
Aunque quisiera, ixane, no podría ni siquiera intentar explicarte cómo es que funcionan las conexiones entre los Mogan, porque en realidad estaría inventándolo. Lo cierto es que, una vez unidos, los Mogan tienen la capacidad de comunicarse a grandes distancias. Exactamente como ocurrió con esta pareja.504Please respect copyright.PENANA12TlXkdeuU
Así entonces, Fiomel, que estaba en su casa, y con la ayuda de Zaskhea preparaba de comer para sus hijos y esposo, de repente sintió la necesidad de comunicarse con Rymalan; pero en cuanto intentó hacerlo, algo se lo impidió.
Y ese algo era la cuerda de Enthy.504Please respect copyright.PENANA2rdEbzoHqf
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